Los impuestos, una vez más
Luis Felipe Lagos M. Economista, consultor
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Luis Felipe Lagos
Los últimos tres gobiernos han hecho reformas tributarias. El deterioro de las finanzas públicas debido a la pandemia y las presiones de mayor gasto que se agudizaron con el conflicto social, auguran una nueva reforma a los impuestos.
La modernización tributaria de 2020 avanzó en simplificar el sistema y parcialmente en equidad, al restablecer la integración total solo para los propietarios de empresas PYME. Sin embargo, fue poco lo logrado en materia de eficiencia: la capacidad de recaudar generando poco efecto sobre ahorro e inversión y, por consiguiente, sobre crecimiento y empleo.
En efecto, se mantuvo para grandes empresas una tasa de impuesto de 27% y de 25% para PYME, superiores a la media OCDE (23%), y no se adoptaron esquemas que permitan recuperar totalmente el costo de activos físicos e intangibles (depreciación instantánea). Esto lleva a que la tasa de impuesto efectiva corporativa sea aún mayor, superando el 30% (OCDE 2020), lo que deja a Chile en los últimos lugares del ranking de competitividad tributaria (Tax Foundation).
En un contexto donde el Banco Central anticipa una caída de 13% en la inversión en 2020, y enfrentados a una fuerte incertidumbre política, elevar los impuestos constituye un verdadero “disparo en los pies”. Lo indicado para acelerar la recuperación es justamente lo contrario: rebajas transitorias de impuesto e incentivos como la depreciación instantánea, tal como se ha implementado. Además, se debiera considerar la compensación de pérdidas actuales con utilidades pasadas (carryback), lo que permite focalizar la ayuda, evitando la insolvencia y pérdida de empleos.
Una vez recuperada la economía, es preciso discutir la propuesta del Gobierno en cuanto a evaluar las exenciones de nuestro sistema tributario. Esto, junto a un mayor control de la evasión, podría ampliar la base tributaria.
Las principales exenciones al IVA corresponden a servicios de salud y educación; pero recordemos que s un impuesto al consumo, y los gastos en salud y educación son mayoritariamente una inversión en capital humano, por lo tanto, al igual que la inversión en capital físico, no deben estar afectos a IVA.
Si bien el IVA es un impuesto proporcional, como se reafirma en un reciente estudio (Thomas 2020), eliminar la exención a otros servicios (transporte, seguros y espectáculos) afectará el poder de compra de los más pobres y, por consiguiente, será necesario idear alguna compensación. Una alternativa es un esquema de impuesto negativo al ingreso (gasto), idea propuesta por Friedman. El sistema tributario contemplaría un subsidio para los niveles más bajos de ingreso, un tramo exento y sucesivamente mayores tasas de impuesto para ingresos superiores.
La exención que afecta las ganancias de capital de las acciones con presencia bursátil permite evitar una doble tributación, dado que las utilidades han pagado impuesto al nivel de la empresa y los retiros o dividendos pagan el impuesto personal. Esta exención apunta a favorecer el ahorro y lo lógico es que se extendiera a otras modalidades de ahorro personal, favoreciendo un esquema tributario basado en el gasto. Además, es un requisito para el anhelado objetivo de construir un centro financiero internacional.
En cuanto a los impuestos que combaten externalidades como la contaminación y congestión, Chile tiene uno de los tributos más bajos al diésel en la OCDE (1,5 UTM/m3). No existe razón alguna para no igualarlo al de las gasolinas (6 UTM/m3) y eliminar el reembolso del impuesto al transporte. Asimismo, debiera eliminarse el régimen tributario de renta presunta, incorporando los contribuyentes al régimen pro-pyme.